ENSAYO 09: NOCHES ATEAS

= Duele no inspirar amor en Dios =


Mensajero: ­- Afuera la calle empedrada estaba tan bien hecha, tan amplia, plana y recta que podía verse todo lo que ocurría de extremo a extremo con solo salir a la puerta…

Llegaban esos días en los que el verano daba paso al otoño mostrando hojas en el suelo de apariencia tostada y remojada sobre la tierra enlodada por el roció de la lluvia, y desprendiendo un olor a sueños de infancia. Paola una linda niña, acompañada por la costumbre diaria de la mañana las barría a la entrada a unos cuantos arboles que se alineaban por la banqueta mientras sonreía al escuchar música, y en un segundo en el encanto juvenil de su quehacer hecho con agrado desvanecía el aroma de esa nostalgia de antaño en una alegría presente y contagiosa.

Un grupo de codornices sobrevoló la colonia, y don José un anciano lechero de sombrero campesino y huaraches desgastados por el uso se detuvo a un lado de su burro cargado de un par de botes de leche de vaca sobre la albarda que había ordeñado durante la madrugada para llenar las ollas de la tía María antes de la hora del desayuno familiar. Algunos hermanos y hermanas de su madre Marie se presentaron en la escena fumando cigarrillos, y otros trayendo algunos víveres. Martín por el que no pasaban los años de inocencia y simpatía, se marchaba por un mandado en una bicicleta playera. Mas adelante a unos cuantos metros en uno de los lotes baldíos del barrio, Nano jugaba tarjetas y trompos, Joy saltaba la soga, y Juan organizaba con los vecinos un partido de fútbol.

La vida allí afuera florecía con tan maravillosos momentos que el recuerdo de las emociones nocturnas en las que sentía la ausencia de Dios en algunos de sus viajes, era sinceramente inimaginable. El defendía en cada charla la existencia de un Dios omnipresente, amando hasta el recóndito más extremo de la creación: ¿cómo podría haber llegado a padecer tal dolor que su fe únicamente fuera salvaguardada por la esperanza del inacabable sueño incitado por la costumbre?

(Cruza la calle y camina rumbo a la cabaña de su amigo. Llega, saluda, y después de remedos conforme a las buenas costumbres durante una visita: recita una antigua catarsis.)

Trotamundos: - “Mi fe se eleva cual ave hasta el extremo del cielo, y en una elipse que culmina en una mirada a los ojos de Dios; muere y cae entre los hombres…
Hubo un tiempo en el que creí como ningún ser es capaz sobre la tierra. Quería creer en ángeles, pero en mi cuarto solo estaba yo. El silencio en la oscuridad y el gélido viento afuera. Mi corazón gritaba no hay Dios, menos ángeles.

Un santiamén, se ilumina el vació con pensamientos fútiles de esperanza que vienen de ninguna parte y van hacia la nada. Quiero creer un ángel aguarda cada paso de mi alma. Dios lo ha enviado: ¿¡dónde esta!?

Silencio, oscuridad y frió: quería creer en Dios…


(Pausa…)

Me llene del insignificante reflejo de su odio hacia mi expresión existencial, y al pasar la dolorosa soledad de media noche, acepte su negación de recibir mi alma en los cielos, rechazando su condenación ha atravesar las puertas del infierno. Le pedí en gritos de clemencia me matara y se deleitara en la eliminación de mi ser si eso le complacía.

Sin embargo pese a la humilde petición de mi ser, lo sentía como respondiéndome desde el extremo del mundo su deleite no era mi muerte y mucho menos mi aniquilación, su deleite era mi desesperante frustración al formar parte de la vida.

¡Bendito seas Dios!

(Memorias de inagotable dolor en noches de revelaciones divinas añoradas que pasaron a su consideración en el momento sin señal alguna se remembran.)

Mensajero: - Resonaron viejos pensamientos de como solamente podría ver por él y por los que como él vivieran… Porque habría traidores aún en el seno de la familia contra los que habría que luchar la vida entera para poder conseguir el espacio donde expresarse. Porque habría padres compadeciéndose de los hijos cobardes a costa de los esforzados y valientes haciendo de los tiempos de revolución inevitables. Porque la desgracia del hijo leal y apto podría sobrevenir precisamente por haber estado demasiado cerca del Padre; tan cerca como para que lo dejara abandonado en la fría, oscura y silenciosa soledad de la noche en misericordiosas búsquedas de los que maldicen la vida.

Así recordó los momentos en los que sentía la divinidad como ilusoria, como en lejanas nociones de lo absoluto, eterno e infinito. Recordó la crueldad con que percibía a quienes hablaban de un Dios ofreciendo a veces esa clase de vida miserable que de rechazar condenaría a una todavía peor. Recordó las evocaciones nocturnas en las que le costaba admitir la fuerza de su fe en instantes exhibida como ningún ser era capaz sobre la faz de la tierra sin comprender el para que del “engaño”, el para que del continuar creyendo alguien superior diseñaba su destino; porque por más que veía y por mas que escuchaba, dar con el motivo de aquella fe le resultaba inverosímil hasta el punto de estar convencido de existir como un ser sin Dios.

Amigo: - ¿¡Ateo tú!?

¡Perdóname, pero lo dudo!

Trotamundos: - No, para el ateo la fe en un Dios es producto de ignorar la realidad del mundo, para el teísta en cambio la fe en un Absoluto es producto de reconocer sus propias limitaciones en la realidad del universo.

Amigo: - ¡Oh! ¿¡Me dices entonces que llegaste a ser Dios!?

Trotamundos: - Mmh, solamente perdía ocasionalmente la fe en su existencia afable y justa en mi vida. Tampoco pienses que soy un mal agradecido que a partir de su angustia empezó a inventarse a si mismo como si no hubiese sido creado para responder en su libertad a los valores universales de Dios en cada respirar. Al Eterno e Infinito le agradecía la dadiva, pero necesitaba mas y mas lo que necesitaba. Lo abogado esas noches, era una vida plena o la muerte, pues una vida insuficiente es una crueldad.

¿Quién es capaz de negar la felicidad de una vida suficiente, he igual la pena de una vida insuficiente? Se trataba de vivir lo necesario y de lograr con esto la actitud de dicha.

Amigo: - ¿Qué quieres decir?

Trotamundos: - Cuando somos amados, queremos compartir nuestro amor. Cuando somos lastimados, queremos compartir nuestro dolor. Tanto dolor había en mi esas noches, que para el bien del mundo mejor me era el deseo de la muerte.

Amigo: - ¿Francamente, tan frío y oscuro era el silencio de la noche?

Trotamundos: - Persistía la convicción de la evidencia de su Ser, pero lo sentía alejado de mi ser, y tortuosamente contra mi existencia. Esas noches la felicidad qué Él puede dar me era inesperada, a menos que lo aceptara como el Salvador que por amor a si mismo borrara su ira contra mi rebelión a los sufrimientos de su plan para ese momento en mi vida…

Gritaba con tal ira e indignación en mi corazón: ¡Contradicciones!

Me pregunto, ¿acaso un ser tan limitado puede servir al que no sirve? ¿Amar al que no ama? ¿Permanecer fiel al que le da la espalda? ¿No eres acaso Tú Dios, Dios? Tú eres Él que da y Él que quita. El que hace del vil un ser poderoso y del honorable un impotente. Al exhalar de cada aliento nos has salvado solamente de Ti… ¿Tiene sentido eso?: ¡Contradicciones!

Te he pedido regir mi vida, y no he logrado gobernar mi alma. Te he pedido para estas noches frías, a una mujer hermosa, sencilla, agradable a tu propio corazón, y me encuentro atrapado en esta espantosa soledad. La muerte se presenta a mis sueños como la mujer mas deseable del mundo, cuando sabes amaría a la que al despertar diera vida a mi amor y compañía a mi vida. Las lágrimas queman mi piel, deseo más la muerte que la vida, y Tú me niegas tanto el deseo como el amor pleno…

¿Por qué habría de creer en Ti?

Amigo: - ¿Pretendías enseñar a Dios a ser Dios?

Trotamundos: - Amigo lo creado, creado es; y de la nada surge nada. La arcilla es moldeada por las manos del Alfarero; y sí es arcilla buena, es maleable a buena forma. Aquí en los limites de mi ser trabajo con Dios, pero enseñar a Dios a ser Dios, es imposible sin ser Dios…

Algunas noches desde el corazón del universo alcance a escuchar de los labios de Dios que habrá ateos y creyentes pese a toda evidencia, quedando a entender solamente la decisión de fe fundada sobre esa encrucijada existencial como lo que nos ha atraído a través del mundo para llegar al Ser.

Así cuando las manifestaciones estén en contra y perseveremos en la fe de su Palabra, seremos conocidos por algunos como locos, por otros como sabios, pues el universo se revela para negar o afirmar la existencia de Dios en el devenir de la libertad del ser al construir su destino.

Mensajero: - Donde vivía entonces era extraño el canto de cientos de ranas a diez metros de casa algunas noches de verano. Más todavía el darse cuenta de la presencia de una durante el día. Sentíase pues tan extraño como una ensarta de átomos flotando en la nada, forjando propósitos donde solo hay ilusiones de un porvenir inexistente.

El conocimiento evidentemente no le garantizaba sabiduría. Discernir entre lo real y lo irreal nunca determinaría que sus decisiones de fe fueran correctas en cada acto. Incluso al mirar a otros que negaron la certidumbre de Dios, noto que tenían algo que enseñar con su ejemplo de vida; estaban más cerca de una experiencia espiritual que muchos religiosos, por lo que su afirmación parecía carecer de sentido. Dios llegaba a ser Dios tarde o temprano en el acontecer del tiempo infinito. Dios era más que una necesidad necesaria. Dios se revelaba a si mismo, existía, y estuvo siempre a su lado formando su carácter…

Trotamundos: - Ulteriormente en “un mito” como significado en la incertidumbre y preferiblemente nunca como fundamento de orientación, es verdad el haber de aquellos que eligen creer en “el mito acerca de Dios” para darle sentido a su vida, negando la realidad de Dios; y excepto cuando viven por un mito incuestionable, para mi son preferibles a los que lo niegan radicalmente sí este tiene la oportunidad de convertirse en leyenda hasta encontrarse con el hito irrebatible de su evidente existencia.
Amigo: - ¿¡He!?

Trotamundos: - Que son gente admirable en su estilo de vida, cuando en ese haber terminan viviendo con fe para Él Dios real que sustenta sentido a su existencia. Son como los viajeros de una la ilusión de convicción de autoengaño, que finaliza siendo una revelación de realidad con el tiempo, si logran vivirla.

Amigo: - (Se para del sofá y estira ambos brazos hacia arriaba y hacia al frente unidos en un bostezo). ¿Habremos entonces de despreciar a Dios por nuestros sufrimientos e incertidumbres?

Trotamundos: - Estoy convencido que en él vivimos, nos movemos, y somos. Él jamás se despreciaría a si mismo. La vida jamás se rechazaría a si misma. Lo muerto y la negación del ser, es lo que se desprecia y queremos aprender afrontar. Definitivamente nunca alguien que quiera llegar al Ser despreciara a Dios, aunque cueste mucho aceptar como va llegando su Divina Voluntad en cada momento del diario vivir.

Mensajero: - Aquél día después de charlar con su amigo hasta el oscurecer, regreso a casa y salió al balcón, se paró de espaldas entre su antiguo cuarto y el de su madre con las manos en los bolsillos del pantalón dejando entrever los pulgares. Frente la noche mas serena con una escuela detrás del telón de unos arboles que entre sus copas descubrían una luna nítida acompañada por estrellas, el desplazamiento de ligeros nubarrones y el reciente canto de los grillos. Inhalo hondo el aire fresco del ambiente ante la contemplación de esa escena fascinante, y una sensación amigable recorrió la piel de su cuerpo en el suspiro unido a un suave escalofrió de satisfacción: el amor de Dios.
Reservados Todos los Derechos al Autor: Gustavo Alonso Briones Zavala.
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